En el diario La Nación, apareció el día de ayer un interesante articulo de Germán Correa D., ex ministro y ex vicepresidente de la republica, sobre el camino que debiese seguir nuestra coalición política. Me intereso su texto porque en lo personal creo que tenemos muchos retos que debemos abordar, que en líneas gruesas aparecen muy bien tratados aquí, porque solo nos revitalizaremos y fortaleceremos si anticipamos el futuro y lo preparamos.
Para mí mirar hacia atrás solo debe servirnos para recordar permanentemente las raíces de las que partimos, para fortalecer los fundamentos de nuestro compromiso político. Quedarnos satisfechos con lo conseguido en el pasado seria el camino más recto, la vía más rápida, para perder el futuro. Y como es el futuro lo que interesa a los ciudadanos, tenemos la obligación de adaptar y renovar nuestro proyecto político ahora. El siguiente es el texto completo del articulo:
La Concertación renovada que muchos soñamos
La Concertación debiera abrirse a dialogar con toda aquella gran masa social desencantada, desilusionada e insatisfecha de cómo se la viene conduciendo desde hace ya tiempo, especialmente los jóvenes, recogiendo los reclamos y proposiciones ciudadanas y transformándolas en una nueva propuesta para construir un nuevo futuro, atractivo y socialmente convocante.
Hay tres aspectos, a lo menos, en que la Concertación necesita una fuerte renovación, si quiere evitar degradarse y perecer:
1. Convocatoria a un nuevo sueño democrático, concebido no tanto desde una mirada "gobiernizada", desde la política pública, sino desde la nueva utopía progresista con la que debemos marcar una nueva etapa de nuestra historia patria, que debe apuntar a una redefinición solidaria y equitativa profunda del modelo económicosocial liberal imperante, basado en un amplio acuerdo social, en que participen jóvenes, mujeres, trabajadores, empresarios, profesionales. La crisis mundial de las economías de mercado es una oportunidad para ello. Los contenidos de esta nueva propuesta deben surgir, esta vez sí, de la gente misma. La Concertación debiera abrirse a dialogar con toda aquella gran masa social desencantada, desilusionada e insatisfecha de cómo se la viene conduciendo desde hace ya tiempo, especialmente los jóvenes, recogiendo los reclamos y proposiciones ciudadanas y transformándolas en una nueva propuesta para construir un nuevo futuro, atractivo y socialmente convocante. Tenemos que ser capaces de no ofrecer más de lo mismo, de verdad.
2. Compromiso por una nueva forma de hacer gobierno o hacia un Nuevo Contrato Social de la Concertación con la Ciudadanía: Esto significa al menos siete cosas fundamentales, de diferentes caracteres y ámbitos: (i) nutrir la nueva etapa de una nueva filosofía, dejando de lado la distorsión conceptual de concebir el papel del Estado como una simple y mercantil relación con "clientes" y "usuarios", para revitalizar y enriquecer con nuevos contenidos el viejo pero fundamental concepto democrático de una relación del Estado con ciudadanos, que son titulares de derechos y deberes, cada vez más amplios, que el Estado tiene el deber de garantizar generando bases institucionales y económico-sociales sólidas para que puedan efectivamente ser ejercidos en condiciones equitativas; (ii) emprender una gran reforma del Estado, para superar sus obsoletos e ineficientes arreglos institucionales actuales, que no logran dar cuenta del tipo de gestión pública que hoy se requiere, más integrada y más flexible, menos burocrática, más comprometida y sensible con las necesidades de la gente, incluyendo un fuerte empujón descentralizador; (iii) dar paso a un nuevo modelo de gestión pública, generando e implementando las políticas públicas, programas y proyectos "de abajo hacia arriba", es decir, con una fuerte y real participación ciudadana a todo nivel, empoderando a la sociedad civil de una vez por todas; (iv) abrir anchas puertas a diferentes formas de democracia directa o participativa de la ciudadanía, en especial a nivel local y regional, enriqueciendo el sistema representativo; (v) redefinir constitucionalmente la desequilibrada relación entre Ejecutivo y Parlamento, devolviendo a éste competencias que le fueron cercenadas en la Constitución pinochetista de 1980 y que hasta ahora no han sido objeto de ninguna de las reformas constitucionales impulsadas y aprobadas, lo que ha influido en el fuerte desprestigio ciudadano de la función parlamentaria; (vi) poner límite constitucional al número de mandatos sucesivos que pueden cumplir quienes son elegidos a cargos de representación de la soberanía popular, de manera de oxigenar y renovar permanentemente los cuadros dirigentes del país; y (vii) institucionalizar el mecanismo de las elecciones primarias en los partidos para elegir las candidaturas a cualquier cargo de elección popular, para terminar con la eterna reproducción de las "oligarquías" partidarias dominantes. Deseablemente, buena parte de esta nueva arquitectura de profundización democrática debiera surgir de una Asamblea Constituyente.
Políticamente, todo esto debiera plasmarse en una suerte de Nuevo Contrato Social de la Concertación con la Ciudadanía, con compromisos solemnes, claros y precisos suscritos por toda la dirigencia de los partidos de la coalición y todos sus mandatarios, es decir todos sus parlamentarios, todos sus alcaldes, todos sus concejales, todos sus consejeros regionales, quienes solemnemente deben prometer respetar cada una de sus disposiciones, so pena de perder sus cargos si no lo hicieren. Para supervigilar su cumplimiento, la Concertación debiera darse una estructura, capaz de investigar y sancionar y que actúe de oficio o a requerimiento ciudadano. Quizás incluso debiéramos someter a juicio ciudadano revocatorio el mandato de nuestros mandatarios a diferente nivel, ya que no basta con el juicio electoral cada cuatro años para expresar el malestar de la ciudadanía con el desempeño de malos servidores públicos y deshacerse de ellos con presteza.
3. Compromiso por una nueva forma de hacer política: es imperativo suscribir un nuevo y solemne Compromiso de Gobernabilidad, como lo hicimos en 1989, que redefina la relación entre los partidos políticos y el Gobierno y entre los parlamentarios de la Concertación y el Gobierno, estableciendo con claridad y precisión los derechos y deberes de cada cual, y separando con absoluta nitidez los ámbitos jurisdiccionales de responsabilidades de cada cual, con la absoluta obligación de respetarlos de manera irrestricta y real. Ello es imprescindible para poner a fin a prácticas altamente nocivas, que han ido corroyendo el sentido de Estado y de búsqueda del bien común del quehacer público, como son, por un lado, la captura del Estado por los operadores políticos de los dirigentes de los partidos, que en cuanto tales sobreponen el interés de sus mandantes por sobre el interés público de hacer la mejor y más transparente gestión posible para la gente, y, por otro lado, la captura del Estado por los parlamentarios, que al imponer en cargos de gobierno a gente de su confianza no están mirando tanto el interés público como el propio, buscando asegurar áreas de influencia al interior de las estructuras de gobierno que les permita promoverse electoralmente, lo que no siempre se condice con una gestión pública efectivamente al servicio de la gente. Debe incluirse asimismo un Compromiso por la Probidad, con reglas claras y precisas y de aplicación tajante y sumaria cuando se dieren casos o conductas que falten a la ética pública.
Si hiciésemos todo esto y lo hiciésemos con real voluntad de cumplir aquello con lo que nos comprometamos, nuestra coalición reverdecería y podría capturar la imaginación y voluntad de hacerse parte de ella de los cientos de miles de jóvenes que hoy quieren hacer algo por su país, pero que no encuentran en la Concertación el instrumento que llene sus expectativas y esperanzas. Es nuestra obligación responder así a las nuevas generaciones.
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