Tenemos un problema serio en nuestro país, un sector quiere seguir imponiendo a toda la población una ideología conservadora muy potente a efectos del control social, en contraposición a la ética pluralista que debería regir un Estado democrático de derecho y que supone el respeto de todas las formas de vida que no atenten contra los derechos fundamentales. Y la unión de las personas del mismo sexo no significa de manera alguna un atentado a los derechos fundamentales de nadie. La vergonzosa utilización política, la falta de debate serio y la lógica de la imposición no pueden seguir deteniéndonos en la construcción de un chile distinto en miras al bicentenario. Este no es solo un tema valorico como lo aborda la gran mayoría, es un tema de igualdad y ciudadania, principios esenciales de una sociedad democrática.
Estoy convencido que cuanto más libre, más diversa, y más plural es una sociedad, mayor capacidad tiene de afrontar de manera solidaria los retos y cambios del futuro. Esa libertad y pluralidad debe verse plasmada en el sistema de reglas básicas de convivencia.
Las leyes no deben jamás cercenar la libertad en cuestiones tan íntimas como las relaciones afectivas, familiares o la identidad sexual de las personas. Por ello es fundamental que demos pasos decisivos que nos igualen y no que nos alejen de los países que están en la vanguardia mundial en cuestiones como el matrimonio de personas del mismo sexo, la custodia compartida o la identidad sexual. Estas nuevas regulaciones, en otros países, están permitiendo trasladar al mundo jurídico la realidad más libre, tolerante, democrática e igualitaria de las relaciones de convivencia, familiares, íntimas y afectivas.
Pero cualquier apuesta que se haga debe ir más allá del respeto a la intimidad o de la tolerancia a las diferencias. Debemos creer en el reconocimiento explícito, activo, de los derechos de las personas, lo que seguramente supondrá enfrentarse a prejuicios o a criterios más propios de sociedades cerradas que de una sociedad abierta y capaz de reconocer las diferencias.
Esa sociedad abierta que queremos para el chile del bicentenario debe esforzarse por integrar a aquellas personas que como colectivos han optado por organizarse, relacionarse y convivir de manera específica por relación a las corrientes mayoritarias. Estos grupos deben participar en la conformación del nuevo modelo de sociedad global y multicultural que se debe conformar. En definitiva, nuestro reto es alcanzar una verdadera igualdad de oportunidades de todas las personas que conforman nuestra sociedad.
Vivimos también en una época de afirmación de las identidades colectivas. Los rápidos y profundos cambios sociales, la perplejidad e inseguridad que en muchos provocan, los movimientos migratorios y el desarraigo que conllevan, así como una extendida conciencia de que decisiones fundamentales para nuestra vida se toman más allá de los límites territoriales que dominamos y fuera del alcance de la voluntad democrática que conocemos, trabajan a favor de la reclusión de amplios sectores en las identidades locales y culturales, religiosas o étnicas.
Se busca recuperar en el interior del grupo el sentimiento de pertenencia que se pierde o no se ha alcanzado en un entorno social cambiante o extraño, la seguridad disminuida en el seno de un conjunto excesivamente fragmentado. Creo necesario superar positivamente esa atmósfera de desconfianza, que puede dar lugar al surgimiento de brotes de violencia, de rechazo entre culturas y tradiciones, de la confrontación entre sentimientos.
Esto es alcanzable fundándonos en las libertades y los derechos individuales, en la solidaridad por encima de las diferencias culturales y de las identidades particulares. La solidaridad pasa también por el respeto y reconocimiento de las diferencias, la integración de lo distinto en un mismo proyecto colectivo.
Por eso nos encontramos frente a un doble desafío: enfrentarnos a los particularismos excluyentes sin caer, a la vez, en la ilusión del asimilacionismo y de la homogeneidad impuesta, combinar universalismo y respeto a las diferencias.
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